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Todo el tiempo observamos predicciones financieras sobre dónde va a estar el tipo de cambio, la inflación, las tasas de interés, las bolsas de valores y recientemente cuándo van a hacer pausa los bancos centrales y los efectos económicos que tendrá de largo plazo; más si medimos la tasa de acierto de muchos expertos nos daremos cuenta de que no son mejores que predicciones hechas al azar, más ¿por qué nos interesan tanto las predicciones, hasta el punto de pensar que somos adictos a ellas?

Nuestros cerebros han evolucionado a partir de los cazadores-recolectores que hemos sido la mayor parte del tiempo en la historia de nuestra especie. Aprendimos a detectar patrones de lluvia, patrones que nos llevarían a nuestras presas de caza o a detectar señales de agua fresca en los alrededores. Ninguna otra especie iguala nuestra habilidad para predecir, extrapolar e inferir causa y efecto; nuestros cerebros aprendieron a aprovechar al máximo pequeñas muestras de datos que nos llevaran a recompensas (comida abundante y refugio seguro) lo que nos lleva a ver patrones en todos lados.

Investigadores de la Dartmoth College  encontraron una región en el hemisferio izquierdo del cerebro, a la que apodaron “el interprete” que nos lleva a los humanos a buscar patrones y ver relaciones causales inclusive cuando no las hay.

Obviamente el intérprete nos viene bien cuándo sí ha patrones que nos pueden llevar a recompensas (como observar los ciclos de lluvia para sembrar) más nos pueden meter en problemas en entornos más complejos y muy influenciados por el azar (como muchas variables económicas)

Tratamos de explicar el futuro a través de la facilidad con la que explicamos los sucesos recientes, donde quizá “el interprete” nos lleva a ver patrones y relaciones causales donde no las hay, creándonos la ilusión de que “entendemos el pasado” lo que fomenta el exceso de la confianza en nuestra capacidad para predecir el futuro.

Así que mejor no consuman tantas predicciones, inviertan bien y compórtense como buenos inversionistas.

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